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      El
      2003 dimos varias parrandas memorables. Dimos una en Bayamón donde el dueño
      nos cerró la puerta para que nos quedáramos tocando.
     
      En
      una casa campestre en Ponce, a las orillas de un lago, la parranda nos
      llevo a respirar aire del campo nuevamente. Aunque la mayoría de las
      parrandas de Marrano se llevan a cabo en la ciudad, nada como dar parranda
      en el campo. La recepción de la gente, la música en la lejanía, el
      cantar de pájaros, la combinación de olores; a carne frita y frituras,
      pasteles hirviendo, a hierba fresca, y hasta un poco de estiércol,
      ensalzan la experiencia porque nos llevan a nuestras raíces. Y aunque
      ninguno de nosotros nació en un bohío y fue a la escuela descalzo con
      los zapatos al hombro para ponérselos justo antes de entrar al salón,
      somos productos de esas raíces que no debemos olvidar.
     
      Tres
      cuatros, tres guitarras, dos guiros, 5 panderos, un bongo, y un coro de
      cantantes y bailarines dirigidos por una famosa batuta componen a Marrano.
      Unas 35 personas son miembros reconocidos de Marrano. ¡Impresionante
      hasta donde hemos llegado!
     
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